Día de la MEMORIA...Por la verdad y la justicia

Siempre supimos que el terrorismo de Estado, la matanza de ciudadanos en la noche y niebla de la dictadura iniciada en 1976 buscó, más que el arrepentimiento de los opositores armados y desarmados del régimen, su exterminio. Y que en ese argentinicidio dirigido por los dictadores argentinos hubo tres decisiones básicas: una, que la desaparición y asesinato de cientos de argentinos en los campos de concentración, el robo de sus bienes y el robo de sus hijos fue para reformatear la Argentina industrial y políticamente de masas del siglo XX, el país que había dado el más alto nivel de inclusión a su gente al tener hasta el golpe militar el porcentaje más alto del Occidente capitalista en la distribución del ingreso (49,5 por ciento del PBI) para sus trabajadores. En segundo lugar, que esa matanza debía garantizar la cadena de impunidad de los criminales. En tercer lugar, que esa garantía estaba dada por un "pacto de sangre" que guardara el secreto hasta la tumba. Por eso, hasta el presente, ninguno de los mandos militares que mentaron la defensa de la civilización occidental y cristiana para justificar el asesinato se arrepintió de lo hecho y ni siquiera sintió que debía colaborar para salvar la vida de los bebés inocentes que hicieron desaparecer en sus maternidades clandestinas. La muerte con cianuro del profesor Febres y el tiro en la sien del militar Navone en Córdoba reflejan la banalidad del mal de aquella maquinaria mortal y la definitiva convicción de que la privación de justicia treinta años después es la continuación de aquel Estado terrorista bajo el tono siniestro de una crónica policial.
María Seoane
Caras y Caretas - Año 47 Marzo de 2008